ESTE JUEVES UN RELATO: ACIERTOS Y EQUIVOCACIONES

Este jueves Gus nos propone jugar a los aciertos y equivocaciones. Que a veces son intercambiables, ¿no?
Como ando muy apurada (qué novedad, pero sí, hoy un poco más), aquí os dejo mi relato recién salido del horno, sin tiempo para enfriarse ni airearse. Prometo enmendarme en próximas convocatorias.


ACIERTOS Y EQUIVOCACIONES
Teresa Cameselle
Cuando el ascensor se detuvo en su piso, Mónica se tapó la boca con una mano, apretando fuerte para contener las náuseas. Vaya día que llevaba. Sólo eran las cuatro de la tarde y no había podido aguantar ni un minuto más en la oficina. Tenía que ser la ensaladilla de la cena de anoche. Ya le parecía a ella que estaba muy amarga. Pero Juan insistía en que no, sólo que se me ha ido la mano con el vinagre. Hombres en la cocina, si ya lo decía su madre.
Y encima la vieja gitana aquella del metro, empeñada en cogerle la mano para leerle la buena ventura. “Las equivocaciones a veces paren aciertos” le había espetado, antes de bajarse del vagón sin pedirle un céntimo. Ver para creer. Sería una historia para contarle a Juan a la cena, si no fuera porque estaba tan enferma y porque él era el culpable, lo que le provocaba más ganas de matarlo que de contarle chistes en aquel momento.
Despacio, muy despacio, para no avivar las náuseas, abrió la puerta, dejó el bolso en el perchero y caminó por el pasillo, apoyándose por un momento en la pared para recuperar fuerzas.
Un ruido en el dormitorio.
Alguien abriendo un cajón.
Ay Dios, lo que le faltaba, habían entrado ladrones en casa.
Sobre las puntas de los pies, Mónica da marcha atrás y se dirige a la cocina. Allí, escurriéndose en el fregadero, está la sartén grande, de acero inoxidable, un arma imponente. La agarra con fuerza, con las dos manos, como si fuera un tenista a punto de ejecutar un revés, y vuelve sobre sus pasos, en dirección al dormitorio. Se va a enterar el ladrón.
Pero el ladrón no se entera, no. El ladrón, cuando sale al pasillo, se encuentra besando un círculo metálico de veintiocho centímetros de diámetro y uno de espesor, que lo manda a contar pajaritos al suelo, mientras su nariz y ojo derecho comienzan a tomar el color y el tamaño de una berenjena.
Mónica vomita su miedo, y el resto de la ensaladilla de la cena, sobre la camisa del incauto, y cae de rodillas a su lado, temblando aún por la impresión. Mira el rostro que imagina desconocido y descubre que, en realidad, le es tan conocido como el suyo propio. Ay, madre mía. Ay, que he matado a mi marido. Quiere llorar y correr al teléfono, llamar a un médico, a la policía, a un abogado, ya ni sabe a quién quiere llamar. Total, las palabras no le salen, la impresión la ha dejado muda. Lo agarra por la camisa y lo sacude. Juan, Juan. Respira, sí. Gracias a Dios. Ay, qué te he hecho, Juan, pobre. Todo por la maldita ensaladilla, y este dolor de tripa que no me deja ni pensar. Juan, Juan. Pero ¿cómo iba a imaginar que estabas en casa tan temprano? ¿Y tú qué hacías en casa? ¿También estás malo? Ay, que casi te mato, Juan. ¿Cómo me das estos sustos?
De repente, del dormitorio sale la última sorpresa de la tarde. Una rubia despampanante y altísima, al menos así le parece a Mónica que está de rodillas en el suelo, que calza tacones de aguja y viste como recién sacada de una revista de moda.
-Déjalo, mujer, no te martirices, si lo tiene bien merecido –la rubia se pone un pitillo en los labios y lo enciende, bajo la mirada embobada de Mónica, que está segura ahora de que todo aquello es una pesadilla-. Pues no va y me dice que quiere dejarlo, después de tanto tiempo. Eso es que tiene otra, y nos está engañando. A ti y a mí.
-Ha sido una equivocación –alega Mónica, alelada.
-De equivocación nada, guapa, ha sido un acierto pleno –la rubia lanza un puntapié al inconsciente, con saña, antes de alejarse por el pasillo-. Será cabrón.
Mónica mira su marido, y a la sartén caída al lado. Y a su marido de nuevo, y a la sartén…

Comentarios

Natàlia Tàrraco ha dicho que…
Aciertas Teresiña, de pleno con este relato, aplauso al sartenazo en toos los morros de Juan, Don idem. Se equivocó la paloma que no era la ensaladilla lo que le produjo el "gómito" que el asco inconsciente lo tenía dentro y se despachó a gusto. Compis ella y la rubia, vete por donde, equivocándose de tío a duo.
Bicoooo, ptonet.
Ardilla Roja ha dicho que…
jajajajaja Buenísimo, Teresa. Digno guión de una película de Almodovar.

Me ha encantado.

Un beso
Un par de neuronas... ha dicho que…
Yo le daba de nuevo y más fuerte... en todo el hocico a ver si se le iban las ganas de olisquear a otras féminas!!!

Muy bueno ¡Qué risa!

Besito.

Te puedo sugerir que elimines la verificación de la palabra? Retrasa mucho el hacer comentarios, porfi.
María José Moreno ha dicho que…
Me parece genial la respuesta...de equivocación nada, acierto pleno...jajaja. la culpa de todo la ensaladilla.
Pues Teresa para ser recien salido del horno ha quedado jugosísimo.
Besos
Alfredo ha dicho que…
Pobre Juan, él lo único que pretendía era proteger la casa de ladrones, sólo que se llevó a la rubia para que le acompañase en tan peligroso menester.
Menudo error el de su mujer, que ensartenó primero y preguntó después.

¿O me he equivocado en algo?

Besos
Primavera ha dicho que…
Despues de eso, le atizo de nuevo con la salten pero no una mil veces, y encima unos cuantos puntapies donde les duele mas, para que no lo pueda usar en mucho tiempo, ja ja
Ohh que mala uva me entro, es que relatos de cuernos me pone asi, fuera de mi orbita..ja ja
Primavera
Anónimo ha dicho que…
lo nrmal en mi seria decirte que el final esta muy bien...
mas, al leerlo se me ocurrio este:
un trio...¡eso sí que seria una equivcacion!
jajajaj...
besos, teresiña...
ah, si un dia te conzco, por fa, no quiero ver sartenes a tu lado, cerca, en las proximidades, te veo muy puesta en esa arma...ajjaja¡¡
mar... ha dicho que…
Jajajajaja
Buenísimo Teresa, un acierto pleno para ella y una equivocación inolvidable para él
Un beso de Mar

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