Relato: LIQUIDACIÓN (TARANTINEANDO)


©Teresa Cameselle




Los artículos del escaparate perdían su color bajo la luz del sol. En el interior, el polvo y las telarañas comenzaban a acumularse, sin que la huella de ningún cliente se marcase sobre el suelo sin estrenar.
Un día apareció un gran cartel en el exterior: “LIQUIDACIÓN POR CIERRE”.
Un hombre se atrevió a cruzar la puerta, el primer cliente de la breve historia de aquella tienda. En el momento en el que se detenía en el centro del local para mirar la mercancía, recibió el impacto a dos centímetro del corazón.
El segundo presunto cliente, lo recibió en el cuello, antes de que se apercibiese del cadáver a sus pies.
Una hora después, cuando la Policía llegó alertada por el ruido de disparos y las llamadas de los vecinos, ya eran seis los cuerpos tendidos, regando de sangre la baldosas blancas.
El dueño se entregó sin ningún tipo de resistencia. Sobre el mármol del mostrador, con un lápiz, había escrito un millón de veces la palabra “liquidación”.

Comentarios

El Demiurgo de Hurlingham ha dicho que…
Me gusta tu tarinteneada. Lo dijo, era una liquidación, pero no aclaró que clase de liquidación. Un ejemplo de lenguaje oracular.
Natàlia Tàrraco ha dicho que…
Antes de cerrar, hay que liquidar.
Muy buen relato con toques de excelente negro.
Bico
Una liquidación muy tarantinesca, sí señora.

Un saludo.

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